Así amanece Afobaka este jueves. Entre tendederos, árboles caídos de la tormenta de ayer, insectos mas humanos que yo mismo y una bruma nublando mi cerebro.
El festín de anoche fue intenso, carnes, vinos, castañas y habladurías. Más le vale temer al santo que odiar al necio, y es que cuando en una orquesta hay instrumentos fuera de sintonía el destino es cierto y básico, el de la resignación.
Por otro lado las labores que se me asignaron como ingeniero me las robé y las transformé en las de un ingeniebro pero siguen siendo perfectas razones para mantenerse entretenido y enfocado unas ocho horas al día. Que valga la redundancia, pero joder que es cierto, el trabajo es algo tan odioso, que por eso le pagan a uno por hacerlo. No me quejo.
Ya al blog le debo mucho, mis andanzas selváticas, un especial sobre mi habitáculo, mis musas saltarinas y uno que otro banquete.
Sigue el tiempo sin embargo cobrando recuerdos y pagando verdades.