4 de septiembre de 2011

Solidarios

Ya estando acá en el medio de la selva la vida fluye de otra forma, el estrés sale en venas hacia el denso mar de árboles y se diluye, los espacios que formaron alguna vez parte de otro lugar ahora se asemejan un poco más a la verdadera esencia de lo natural.

De mi habitáculo no hay mucho que decir, es simple, práctico pero cómodo.  No hay necesidad de hacerle nada, está hecho a la medida.


El espacioso deck ofrece su olor a maderas preciosas todas las mañanas.  La bruma acompaña al viajero no importa donde esté ni de donde sea.


El laberinto de puertas que separa a la ilusión de la realidad de las duchas y los desechos.  Son también las puertas de Pandora, o del Averno, dependiendo de quién esté del otro lado.



El gimnasio improvisado me recuerda todos los días que por cada cerveza que me tomo, 10 abdominales pierden la vida.



Aquí es donde se cocinan sueños, ilusiones y tal vez uno que otro platillo con sentimientos de otra vida.  Se confunde el aroma a cada rato, se trastorna el sentido del gusto  y se condensa.



Ellas también viven la grande.  Tienen un espacio limpio, seguro, acondicionado, y sobre todo, dueño de sí mismo.



Hay para quienes aquí falta todo, y hay para quienes aquí nada es todo.