Tres divagues perturban mi inocencia estos dias:
1. ese extraño sentimiento de no pertencer a un lugar, o de que un lugar pertenezca totalmente a uno. Sucede que el manifiesto sobre perseverancia es obsoleto y la ausencia de un catalizador en este caso es más que correcto.
2. el sentimiento de extrañar algo cuando uno ya no lo tiene cerca. Lo bueno de la gente, que en jerga panameña valdrían cebo, es que es difícil de extrañar, así que al final de la jornada será el recuerdo un pedazo y otro el intento de no olvidar.
3. la intrincada red de habladurías que conlleva el tramitar una estadía de tres meses en este país. Información es aquella que no puedo divulgar a los infortunados posibles visitantes a esta tierra misteriosa y fiel.
Pero no todo es profundamente tedioso, tambien hay cosas tan poco profanas como esta