Es realmente impresionante que la iglesia no haya sufrido algún colapso producido por la entrada de mi ser en el recinto, mas bien me recibió esbelta, ilustre, y con un olor en extremo acogedor. El cristo, los capiteles tallados a mano, las columnas con marcas artesanales, los pasajes de la pasión de Cristo perfectamente ilustrados en madera; todo en una armonía que ilusiona hasta al mejor de los ateos. Entre la melodía hipnotizante del órgano me fui mezclando sin excusas, y al final me fue posible apreciar el esfuerzo que en muchas ocasiones resulta exuberante, pero a la vez honesto.
15 de agosto de 2011
San Pedro y Paul
Impulsado tal vez por un falso deseo de rendeción, y como pensando en que tal vez es hora de ir sanando los estragos y ganando un par de escalones al cielo, me aventuré a la Catedral de San Pedro y Paul, en Paramaribo. Durante los mil seicientos y mil setecientos la religión católica no era muy aceptada por la colonia holandesa establecida en Suriname, no fue hasta los mil ochocientos que se logró dar espacio a los católicos para ejercer sin ser puestos en la lupa de la crítica y el espanto, en 1824 esta exquisita obra de arte tomó forma física a partir de árboles de cedro tallados a mano y utilizados en la totalidad de la obra.
Es realmente impresionante que la iglesia no haya sufrido algún colapso producido por la entrada de mi ser en el recinto, mas bien me recibió esbelta, ilustre, y con un olor en extremo acogedor. El cristo, los capiteles tallados a mano, las columnas con marcas artesanales, los pasajes de la pasión de Cristo perfectamente ilustrados en madera; todo en una armonía que ilusiona hasta al mejor de los ateos. Entre la melodía hipnotizante del órgano me fui mezclando sin excusas, y al final me fue posible apreciar el esfuerzo que en muchas ocasiones resulta exuberante, pero a la vez honesto.
Es realmente impresionante que la iglesia no haya sufrido algún colapso producido por la entrada de mi ser en el recinto, mas bien me recibió esbelta, ilustre, y con un olor en extremo acogedor. El cristo, los capiteles tallados a mano, las columnas con marcas artesanales, los pasajes de la pasión de Cristo perfectamente ilustrados en madera; todo en una armonía que ilusiona hasta al mejor de los ateos. Entre la melodía hipnotizante del órgano me fui mezclando sin excusas, y al final me fue posible apreciar el esfuerzo que en muchas ocasiones resulta exuberante, pero a la vez honesto.