17 de julio de 2011

BJJ Suriname


Debo confesar que de todas las actividades que realizo, independientemente del lugar en el que me encuentre y de las personas con las que me encuentre, el arte suave es la que me apasiona más.  Difícil es entenderlo, para el que no lo ha experimentado, pero ese perfecto estado de trance que lleva consigo cada vuelo, es una deidad que tiene mucho de arte y mucho de ciencia.  

Acá están algunas imágenes del Dojo en el que entreno, una perfecta estructura de madera de los sesentas, con un estilo un poco europeo, un poco oriental, un poco tradicional. 


El olor a madera se siente a varias leguas, y evoca estar dentro de un bosque de pinos en donde se ha librado antes alguna que otra batalla.



Irónicamente, ya prestó su servicio como la cafetería del campus universitario, pero al entrar te preguntas si realmente este espacio lo diseñó alguien que pudo predecir perfectamente cual sería el futuro del recinto.


Y como este arte marcial elimina fronteras, el tatame lo comparten socialistas, ingenieros, políticos, estudiantes y jornaleros; ya lo decía mucho el aire: somos todos uno solo.






Aquí los orgullos, las edades, las razas y las religiones quedan grandes.  Todos respetan el etéreo espacio y la humildad recibe de cada personaje un corte sin sacrificios, uno limpio.  Queda mi sudor instalado en este hogar, con las intensas ansias de volver como quien vuelve a casa.