24 de julio de 2011

El Habitáculo

Luego de recorrer varias habitaciones del hotel, buscando la que mejor llenara mis exigencias elitistas, una buena cocina y un balcón; llegué a la conclusión de que era necesario exponer al mundo tan curioso mundillo este en el que resido.  Los Kristal Apartments llevan su nombre prestado de la transitada avenida a la cual pertenecen, la Kristalstraat.

El diseño es una mezcla de los mas diversos estilos, esos que ni queriendo podría mencionar: maderas laqueadas, lámparas modernas, fachadas clásicas, ambiente tropical; todo, y nada.


El primer recinto, uno de los más intensos, es el escritorio de caoba que alberga todo el conjunto de electrónicos, cables y extravagancias que se pueden encontrar en una habitación.  Aquí la definición de modular toma una amplitud etérea, por ejemplo, el módulo de el reproductor de DVD, la caja el cable y el router que provee de Internet a todo el alerón, todos acurrucados uno sobre el otro en perfecta sincronía cual partida de Jenga; la maraña de cables es tan alocada que encanta. La alfombra rojo vino despelucado sexy dan el toque antagónico con las sillas de madera fina y mimbre, y es que en este país la madera es plástico, y el plástico es madera.

  
La cocina es por mucho lo menos encantador de la habitación, un par de fogones eléctricos, un horno también electrificado y un microondas, crean el ambiente perfecto para alarmas de incendio encendidas, huevos ultra sancochados y pegotes de granos.   La envidia de mis vecinos.


Un poco mas al fondo te encuentras con el famoso bedroom, un colchón con aspiraciones a ser ortopédico, pero con raíces más blandas.  Tiene su acceso directo al cuarto de baño, un par de sábanas algo molidas pero reconfortantes, y un toque especial de mesitas de noche hechas de, cha cha cha chaaaan, madera.




El baño es algo curioso, las baldosas de la ducha se mimetizan con las del piso, haciendo necesaria una maraña de alfombras y toallas para evitar una inundación producto del salpique.  Es sin embargo bien blanco, tanto que empiezo a sentirme preso en un manicomio algunas mañanas.







De mi mesita de noche, no hay mucho que contar, solo que trae lo que lleva en su manera de andar.




 Y esta mención final, va para mi alfombra de la sala, la envidia de todos los demás cuartos, ya he intentado reducirla de todas las maneras posibles para que entre en mi maleta, pero aun no le encuentro el doblaje perfecto.  Es posible que la otra semana entren en mi cuarto a robar, y lo único que desaparezca es esta alfombra.